Antología de Terror

El Fondo

Fue apenas ayer, cuando, de mi corazón emergía sangre como de un descampado. Se expandía la sangre hinchando una imagen cruel y dolorosa.

Herida no por cosa que traspasara mi piel físicamente, si no más bien, por algo insustancial, algo que no abriría mi piel, pero que la penetraría sin mancharla hasta llegar a mi corazón como una burbuja de aire.

! Imagina pues el dolor que causa tal burbuja, destrozando mis arterias, alterando mis venas, mi pulso, y mi sensibilidad !

Como poder olvidarlo, siento como si una gran parte de mi fuera arrancada vil mente, dejando solo el esqueleto de ello, “recuerdos”. ¿podía evitarse?, pero no quiero contarte mi desconsolado caso, que apenas me deja escribir, beberé un trago más de whiskey y continuare con ello. Y por más que recurro a este elemento no hace del olvido mi amigo, pero si del mirar más borroso, ¿o tal vez mas claro?, tal vez ambos al mismo tiempo. Perdona, contaré lo que he prometido. Una vez más me siento desconsolada, y no se si es por mi caso, o por el de ella.

Mi sensibilidad no es común, soy dura en carácter y sin embargo ello me deja con tristeza y pena. Apenas abrí la puerta la vi a ahí, recostada, cubriéndose con sus delgados brazos en el rincón de la habitación, un cuarto oscuro y tenebroso, ningún cuarto es como este. Se encuentra en el final del pasillo, una puerta de metal casi oxidado le prohíbe escapar, una reja en ella se abre con estruendoso ruido para ver lo poco que la luz deja mirar, y cuando esta cerrada, juraría que el cuarto no es más que el propio infierno.

Por alguna razón se le nombraba “el fondo”, y solo los más extremos enfermos mentales son alojados ahí, aunque en mi larga labor de 20 años trabajando en el centro, jamás, jamás se había alojado ahí a alguien, rumores cuentan que así ha sido desde décadas.

Me hace pensar en muchas cosas sobre el centro, es tan viejo como lo es un castillo, con al menos 100 años de antigüedad, y no dejo de pensar en la clase de enfermos que se alojaban ahí. Debían ser extremadamente locos, o depravados y asesinos.

Es bastante claro que morían encerrados durante un largo tiempo, ¿qué crimen les haría pagar su condena en “el fondo”?, algo terrible tal vez, o simplemente ideologías que en aquel entonces eran consideradas blasfemias. Si en cierta época asesinaban en nombre de la iglesia a personas totalmente inocentes, no debería dudar que los encerrasen en un cuarto maldito por sus contingencias. Y era mi deber como doctor psiquiatra, tratar el caso.

Cuando me asignaron al paciente, mi piel se estremeció como un árbol es estremecido por el viento. Mis manos sudaron dejando mancha en los expedientes que tenia con migo. Mi voz huyo de mi, y lo único que conocía de ella, era, su nombre. Macthiel.

Estaba ya dentro de él tras abrir la puerta, el ruido bien pudo despertarla por ser tan horrible y chillón, mi mente imaginaba cosas desde entonces, pues el ruido de la puerta me asemejo al llanto de una mujer. Le miré, ahí, tan frágil y débil, como momia viva y muerta a la vez; no le miré el rostro, apenas la luz me dejaba ver sus manos y piernas que encogidas le hacían ver como una anciana agonizante.

Me acerqué, camine despacio, escuchando cada paso que mis zapatillas creaban con el piso, ahora los sonidos se me asemejaban a un loco asesino cavando una tumba en algún lugar del patio, pisada tras pisada, cavadura tras cavadura, el miedo se apodero de mi ser, el temblor de mi corazón sonaba tan macizo y alto que casi podía escucharlo. Abría mis ojos para ver cualquier movimiento que pudiese hacer.

Ahora estaba en mis pies, me incliné y trate de mirarle el rostro. Con previsora cautela, moví mis brazos para tocarla; el tiempo transcurría lento y la eternidad se engendró en esos minutos de miedo. Aproxime mi brazo, los suyos estaban cruzados y sobre su pecho, la toqué y sentí mi pulso más acelerado así como el latir de mi corazón más aprisa, su piel era escamosa, producto de la suciedad, pero tras de eso, solo parecía polvo que ocultaba el brillo de su pálida piel. Estaba desnuda, le separé los brazos completamente, su cara aun seguía oculta por su pelo, negro como el abismo que se fundía con la oscuridad del cuarto.

El miedo aumentó, sentí como el silencio clamaba mi desesperación, las ideas desaparecieron de mi mente como si fuese agujereada por algo, le tome de la cabeza y la puse sobre mi brazo, la recosté hacia arriba y le sostenía con mis manos, entonces le separé el pelo, lo tome y sentí lo suave que era, parecía seda, poco me importo el “por que” de su suave pelo y sin rastro de suciedad como no lo era su piel. Lo partí en dos por su frente, lo quité de ahí como si se tratase de una muñeca.

Lo primero que vi en su rostro, fueron esos ojos negros completamente, que no parpadeaban, profundos y maliciosos, encarnados en venas, enormes que ocupaban gran parte de sus ojeras, unas pestañas largas y quebradizas, bajo de ellos, solo una nariz respingada, y unos labios tiernos como la parte más noble de sus facciones.

Doy gracias a dios que estoy viva, aunque ahora dudo de su existencia, ¿cómo dios crearía cosa tan espantosa como lo es el hombre? , ¿cómo dios se reclamaría omnipotente si la omnipotencia significa el todo y sin embargo él es nada?, ¿cómo el hombre podría declarar obra de dios a lo que simplemente es producto del ser mismo y de la naturaleza?, ¿cómo, siendo perfecto, cual error suyo se cubre con la simple indecencia y cinismo de “es incomprensible para el hombre comprender el poder del omnipotente”?, lo deja ver como si fuese cosa que no le importase, ¿qué hay del plan de vida que “nos prepara”?, ¿qué hay de aquellos que nada se les tiene preparados y mueren a causa de su razón estúpida y absurda?.

Pero, en cambio, si existiese como un ente poderoso capaz de ponernos en su palma y probarnos si caeremos o no, lo aclamaría. Así lo hice en aquel instante. Me asusté, el miedo fue el amo de este cuerpo decadente, vi sangre, y miedo, más miedo, el silencio solo era fondo de la rítmica aceleración de mi corazón, ahora eran dos asesinos cavando bajo la lluvia, ambos depravados, ambos asesinos, cavada tras cavada y tras cavada, y yo, indefensa, oculta bajo el techo de mi casa que me parecía desconocido.

Pronto volví la mirada, y recordaba que estaba con ella, con la niña de la habitación de “él fondo”, una asesina, o una indefensa niña, pero, a mi contacto ella reacciono y no me pude resistir, mis nervios casi se colapsaban enredándose con mis venas, mis ojos crecieron tratando de salir de ahí, grite, lloré y supliqué, pero mi voz parecía estar vacía, seca, y las palabras no abundaban lo suficiente como para que puedas comprender lo que te digo.

Sangre, latido, sangre, latido, corazón, latido, muerte, y más sangre. Silencio, débil, desterrada, asesinada, ahogada, maltratada, mutilada.

Recorrí un sin fin de paranoias y sufrimientos, los que más te puedas imaginar, todos, con el sabor a la muerte.

Me vi, ahí, muerta, cubierta de sangre, mirando el techo de la celda como si fuese el de mi casa, solo que con más tranquilidad. ¿cómo sobreviví?, ¿qué fue lo que sucedió?, ¿qué fue realmente lo que pasó en esa habitación?, me siento incapaz de decirlo, pues fue apenas ayer, cuando de mi corazón emergía sangre como de un descampado, se expandía la sangre hinchando una imagen cruel y dolorosa, la imaginación, y el vicio de mis desquiciados actos no me deja decir lo que sucedió...

Expediente A1521CC.
Habitación CS666

Centro de Rehabilitación para enfermos mentales.
New York, USA. 1959.

Rhutny Klevar Berenice.
Enferma mental.
    62 años de edad.
    20 años internada.
    Sin muestra de mejoría.

A los 42 años de edad, tras el divorcio de su segundo matrimonio, Rhutny Klevar Berenice asesinó a su hijastra llamada Macthiel de tan solo 12 años de edad.

Con demasiada frecuencia repite una historia a la que llama “El fondo”.